viernes, 17 de abril de 2009

Un salvavidas de 500 mil pesos

Antonio Valencia y Silvia Dalli • Profesionistas desempleados y deudores de la banca
Un salvavidas de 500 mil pesos
A pesar de su amplia experiencia laboral, llevan cinco años batallando por encontrar empleo. Vieron en sus tarjetas de crédito una opción para sobrevivir, pero las deudas se acumularon.


2009-04-10 Periodico Publico, Jalisco.

“Es fácil que le pase a uno”, advierte Antonio Valencia al explicar el giro de 180 grados que dio la economía de su familia. En 2004 él y su esposa, Silvia Dalli, los dos diseñadores gráficos, vivían cómodamente con sus dos hijos en un departamento propio, tenían dos buenos salarios, dos automóviles y podían vacacionar en hoteles de cinco estrellas. Después de cinco años de desempleo, los dos profesionistas viven una constante lucha para mantener al hogar y hacer frente al acoso de los despachos de cobradores de bancos, porque tienen una deuda por casi 500 mil pesos por el uso de seis tarjetas de crédito.

El currículo de Antonio y de Silvia acumula experiencia. Él trabajó durante seis años en Tequila Herradura, después fue gerente en otra compañía, pero a finales de 2004, por un recorte de personal, fue despedido al ser “el gerente más reciente, me tocó salir porque salía más barata para la empresa la liquidación”. Ella estuvo encargada del departamento de Diseño del instituto en Manantlán de la Universidad de Guadalajara, después de un recorte de personal, trabajó un tiempo en el ayuntamiento de Zapopan. Los dos se quedaron desempleados más o menos por la misma época.

“Salí hace cinco años de mi último trabajo, y tenía 40 años entonces, y después hemos encontrado un gran problema, a la gente mayor de 40 años ya la consideran vieja. En el caso de mi esposa [que también es ilustradora científica] es más difícil porque tiene mas de 30 años, es mujer y casada […] no hay compañías dispuestas a contratar a personas experimentadas, prefieren pagar a chavos baratos y estarlos liquidando sin que generen antigüedad”, explica Antonio.

Desde hace cinco años la pareja ha hecho trabajos esporádicos de diseño, y desde el año pasado hornean panqués para familiares y conocidos. Pero esto no ha sido suficiente para mantener la economía de la casa. Ante la falta de empleo, hace cinco años comenzaron a usas sus tarjetas de crédito no sólo para adquirir ropa y artículos para el hogar, sino también alimentos y despensas, actualmente sus deudas por las seis tarjetas asciende a 500 mil pesos.

Sobre las tarjetas, advirtió que se puede pensar que son “una especie de salvavidas que me va a ayudar a salir del problema, pero resulta que no tuviste los ingresos que esperabas, se puso difícil la cosa y a los niños no se les puede decir hoy comes y mañana no, o hoy estudias y mañana no. No tienes opción, y los bancos lo ponían fácil”, incluso mandando alegremente tarjetas preaprobadas a miles de hogares.

Antonio y Silvia fueron “tapando” la deuda de una tarjeta haciendo uso de otra, lo que “se volvió una bola de nieve imparable, al grado que estaba pagando sólo de mínimo 20 mil pesos la última vez, era trabajar sólo para pagar mínimos de las tarjetas” mientras se acumulan los intereses.

Acosados por las incesantes y amenazantes llamadas de los cobradores, a lo largo de las horas de las madrugadas, los diseñadores acudieron desde hace meses a la asociación Deudores en Movimiento, donde junto con otras 300 personas con adeudos tratan de presionar a la banca para acordar condiciones de pago conforme a las posibilidades de cada familia.

De su historia aprendió a “ser más frío y calculador” con el uso de las tarjetas, “no son una extensión del sueldo, en ocasiones lo malentendemos, y tener un poco más la cultura del ahorro”. Aunque reconoce que los bancos y las tiendas departamentales “no nos pusieron una pistola en la cabeza” para usar los plásticos, Antonio ve también una responsabilidad en el sistema de consumo salvaje, con facilidades de créditos e instigación al consumismo, que estos sectores han instaurado en México. “Ahora prácticamente te sale una tarjeta preautorizada en la caja de cereales, y si haces caso omiso te cobran comisión de uso, y para darla de baja es bien complicado”.

Jesús Estrada Cortes

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