viernes, 13 de marzo de 2009

Más de 700 mdp adeudan tarjetahabientes en Jalisco; rechazan propuesta de Condusef

Vie, 13/02/2009 - Periódico La Jornada

Cada miércoles, a las 7 de la noche, Evelia Lamarque abre las puertas del local 1 del número 1546 de la calle Garibaldi, en el barrio de Santa Tere, en donde decenas de personas, de diferente color de piel, clase social, nivel de estudios, religión, ideología política y hasta equipo de futbol, se reúnen para afrontar una problemática común: que sus deudas se han disparado.

El 27 de enero pasado, la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios y Servicios Financieros (Condusef) dio a conocer a todo el país un plan de reestructuración de créditos a deudores bancarios que realiza con la Asociación de Bancos de México (ABM) y que, a decir de Lamarque, dirigente de la asociación Deudores en Movimiento, se trata de “una farsa”, pues pretende que un contrato civil, como un crédito bancario, mute a mercantil y de esta forma el deudor pueda ser penalizado hasta con el encarcelamiento. “Nadie puede ir a la cárcel por deber en sus tarjetas bancarias”, asegura Lamarque, acompañada la noche del miércoles pasado de otras tres mujeres y tres hombres, quienes mueven su cabeza de arriba hacia abajo cuando escuchan las palabras de la mujer.

Lamarque fue fundadora de la Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca en 1995, tras la crisis de 1994. Por ocho años orientó a cerca de 7 mil deudores. En 2003 cerró las puertas y apenas hace dos meses las volvió a abrir ya como Deudores en Movimiento. “La del 94 era una crisis bancaria nacional; la de ahora es mundial y más golpeadora mientras no se reactive la economía nacional”, dice.

En dos meses, unas 200 personas han desfilado por el local de Santa Tere, en el que la serenidad prevalece luego de que algunos de ellos han tenido noches de insomnio tras amenazas de embargo y cárcel, lo que califican como un “terrorismo bancario”.

Y aunque deban un millón de pesos, como Sofía, una mujer morena canosa que se dedica a vender en los tianguis, ya se acostumbraron a que en 30 minutos de un sábado reciban hasta 45 llamadas de los bufetes jurídicos que les aseguran que no volverán a ver la luz del sol si no pagan. “La de hoy es una crisis de pagos. No es que no se quiera pagar, todos los deudores quieren pagar, pero queremos pagar lo justo”, asevera Lamarque.

“Soy fulano de tal… y soy un deudor”

La reunión de los miércoles “es una terapia de grupo”, según Lamarque. Sus demás compañeros asienten con la cabeza.

“Todos los mexicanos somos deudores desde que nacen; nacen ya con 70 mil pesos de deuda como parte del Fobaproa”, recuerda Josefina, una mujer grande, robusta, que ha aprendido a divertirse con las llamadas diarias de quienes le cobran.

“La otra vez un joven me gritaba por el teléfono: ¡pague, usted se endeudó y tiene que pagar! Yo le respondí: ¿está usted a gusto con su trabajo, nomás chingando a la gente?”, narra mientras los demás ríen.

Josefina ha encontrado en la risa la fórmula para no estresarse por pagar, como le exigen. Lo hace a su propia capacidad de pago. Ella relata que su esposo siempre fue buen pagador del plástico: Platino, Dorada, Master Card, de todo tipo tenía el hombre. Un día cayó enfermo y las tarjetas sirvieron para el tratamiento médico.

“La mayoría de las personas usan las tarjetas para necesidades como salud, comida, negocios”, añade Lamarque.

Es el caso de Sofía y su esposo Alfredo. Ellos venden en los tianguis: Santa Tere, Mezquitán, Baratillo. Un día les llegó una tarjeta bancaria, otro día otra, y otro día más, una tercera. Siempre pagaron puntuales… hasta octubre pasado, cuando sus ventas empezaron a irse de pique: de 2 mil pesos diarios que vendían, si bien les va, sólo 400 pesos logran vender.

Empezaron a sacar de una tarjeta para pagar otra. De la otra para la tercera y así, viéndose envueltos en lo que ella llama “un círculo vicioso”. “De repente pasamos de 200 mil a un millón de pesos. Yo adelgacé unos siete kilos, no podía dormir. Ya ni siquiera ponía frijoles, porque tenía miedo de que se me acabara el gas y tendría que deber más”, describe.

La de Sofía es una historia como la de un millón 300 mil mexicanos que en 2008 cayeron en cartera vencida, según cifra proporcionada por la delegada de la Condusef en Jalisco, Adriana Romo López.

La cifra, asegura Lamarque, es mayor: unos 7 millones de mexicanos se encuentran en cartera vencida. Y, según ella, la propia Romo le aseguró que la Condusef atiende alrededor de mil llamadas diarias para orientación en deudas bancarias a lo largo del territorio nacional.

Los últimos datos del Centro Bancario del Estado de Jalisco (CBEJ) arrojan que entre diciembre de 2007 y octubre de 2008 la cartera vencida bancaria en la entidad pasó de 215 millones de pesos a 713 millones de pesos. Los mismos datos dicen que el índice de morosidad aumentó, en el mismo periodo, de 2.15 a 5.37 por ciento.

Ante tales indicadores, la Condusef lanzó el plan de reestructuración de adeudos, a iniciarse el 20 de febrero próximo y en el que participan 12 entidades bancarias en una primera etapa: Banamex, BBVA Bancomer, HSBC, Santander, ScotiaBank, Ge Money, Volkswagen Bank, Banco Azteca, Banco Ve por Más, Banco Autofin, IXE y Banco Wal Mart. “Es importante aclarar que la Condusef no interviene en la resolución o respuesta de las instituciones bancarias a la solicitud de renegociación de adeudo, ya que su respuesta dependerá de las condiciones particulares de cada usuario y de las políticas de cada banco”, asegura la Condusef en su portal electrónico (www.condusef.gob.mx).

El enganche

A pesar de que Elizabeth trabajó nueve años con Banamex, dos con American Express, pasó al otro lado: al de los deudores. El caso que desmenuza Elizabeth es el de American Express: la empresa tiene dos tipos de productos en plástico: tarjeta de servicios y tarjeta de crédito. La de servicios tiene una tasa 0 porque se debe pagar la totalidad de lo que se consume con ella el día de pago. Ante el boom de las tarjetas de crédito, la de servicios de AE quedó rezagada. Posteriormente fue relanzada. Los vendedores de tarjetas, según Elizabeth, no le informan al cliente qué tipo de tarjeta le están vendiendo. El cliente la activa sin conocer a lo que se atendrá. A ello se suman las comisiones para el vendedor. La meta mensual es la colocación de unas 17 tarjetas para cada uno. Por cada plástico vendido, al vendedor le dan unos 800 pesos de comisión. Y por cada 50 por ciento de la meta que se rebase, la comisión aumenta. “Hay quienes venden hasta 100 tarjetas al mes, entonces ves comisiones de 80 mil hasta 100 mil pesos, por eso la ética ahí no existe ni entre los vendedores”.

Temores y Temores

El despacho más conocido entre los deudores es Temores y Temores, con sede en Jalisco y que opera en otros estados. Su forma de cobrar es “una tortura psicológica, un terrorismo bancario”, concuerdan los deudores.

Llaman a todas horas, por la madrugada, por la noche; amenazan a la familia que les cobrarán a ellos lo que debe el padre, aseguran que los van a embargar, dicen que la cárcel les espera, entre otras situaciones que enumeran. Ante eso, ellos responden que sí van a pagar, “pero lo justo”. La manera de cobro de este tipo de despachos externos a los bancos representa una violación al Código de Etica aprobado en 2000 por la Asociación Mexicana de Bancos, según Lamarque.

Como herramienta jurídica, añade, el deudor puede ampararse bajo el artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. A la letra, dicho artículo dice: “nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento”.

“La manera en que intentan cobrar estos señores abogados, es totalmente extrajudicial, por lo que violan las garantías individuales”, asegura.

La experiencia de Lamarque la han aplicado otros deudores que ya pueden dormir mejor y con la esperanza de pagar algún día, desde que acuden cada miércoles a las 7 de la noche, en el local 1 del número 1546 de la calle Garibaldi, del barrio de Santa Tere, y en donde asientan la cabeza cada vez que se reflejan en el problema del otro: el que sus deudas se han elevado por los cielos.

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